Entender las circunstancias y razones que transforman “de golpe y porrazo” a una persona en líder, no es fácil. Una oportunidad, una decisión en alguna coyuntura concreta o el estilo y talante, con el que determinadas personas dirigen a los suyos, fueron las únicas explicaciones posibles y factibles del fenómeno del liderazgo. Las necesidades, o determinadas acciones espectaculares y oportunas, lograron que las personas llegaran al convencimiento de que aquel era para ellos “el mejor, ahora y allí” y que no podían vivir sin él. El liderazgo incluye una buena dosis de admiración y, en ciertos casos, incluso de veneración. Es el jefe indiscutible e indiscutido, no ya porque lo quiere así la Organización, sino porque lo dicen los suyos.